Con el miércoles de ceniza iniciamos la Cuaresma, tiempo de oración, de reflexión y de conversión. Tiempo de reflexión sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad, como dice S.S BENEDICTO XVI en su mensaje LA CUARESMA 2012. Aunque pareciera que en los últimos tiempos estamos perdiendo el sentido verdadero de la Cuaresma y en lugar de vivirlo como tiempo de gracia y conversión, lo vivimos como tiempo de placer y de confort, olvidando a los más necesitados. Hoy podemos darle un nuevo giro a nuestra vida, volvernos a Dios e iniciar un nuevo camino de caridad que nos lleve a la casa del Padre.
Cuando recuerdo mi experiencia misionera en el Chad, me motiva a vivir este tiempo de gracia con mayor profundidad y caridad.
Recuerdo con agrado los Retiros Espirituales de Cuaresma. Junto con todos aquellos que ya habían recibido el bautismo, nos retirábamos del bullicio y de los quehaceres de la vida ordinaria. Nos dábamos cita en un lugar del monte o del río, donde nuestro Santuario era la naturaleza, nuestro techos el cielo soleado o por la noche el cielo estrellado y nuestras camas eran las hojas de los árboles o por mucho un petate. La cobija de algunos sólo un trozo de tela o las hojas de los árboles. Nuestro desayuno un té con (un begné) una especie de dona, y la comida, un poco de salsa de pescado seco con un poco de hierbas secas, preparada por las mujeres, que con los utensilios de cocina más necesarios llegan al lugar para disponerse a escuchar las charlas cuaresmales.Era impresionante, ¡Con cuanta emoción la gente preparaba el lugar! y ¡Con cuanta alegría y disponibilidad la gente participaba! Era como festejar un momento tan esperado durante todo el año. Era sentirse verdaderamente en presencia de Dios, pues el primer día se comenzaba con la Misa y después de ésta se exponía el Santísimo Sacramento en un altar previamente preparado por la gente. Se organizaban de tal forma, que durante los tres días de retiro, día y noche, no dejaban ni un momento solo al Santísimo Sacramento. Todo aquello se vivía en un ambiente de paz, de tranquilidad, de fraternidad, pero sobre todo con mucha fe y esperanza. Ellos sabían bien que estos eran momentos fuertes para crecer espiritualmente y continuar la lucha de la vida ordinaria.
Yo me sentía agraciada por mi amado Señor, por la posibilidad de compartir con todos estos hermanos míos, no sólo las dificultades y carencias del lugar, sino también la fe y la esperanza en Aquel que es nuestro Dios, rico en misericordia. De este Dios que conoce lo profundo de los corazones de sus hijos y que pide más que sacrificios, actos de misericordia.Que el testimonio de estos hermanos chadianos que apenas se inician en la fe, nos motiven con su testimonio a cultivar en nuestras vidas el amor profundo a Dios y la caridad con el prójimo.
