EL AMOR DE AMISTAD

¿EL AMOR ES AMISTAD?

Hoy día, la amistad se ve en peligro por innumerables formas extraviadas y falsas, por la superficialidad, el erotismo general, la valoración equivocada del sexo, el empobrecimiento afectivo.

No  todo el amor es amistad. El amor de amistad tienes dos notas características que lo distinguen: La benevolencia, es decir, el querer el bien para el otro, y la reciprocidad en el amor. La amistad presupone cierta igualdad, y no existe sin intercambio mutuo: “El amigo es amigo para el amigo”. La benevolencia mutua se funda en cierta comunicación.

Amigo es una palabra tan fácil de decir, pero tan difícil de encontrar, porque en estos tiempos es muy raro encontrar amistades completas, es decir, sinceras, que estén dispuestas a dar todo incluso su vida por un amigo. Pero la respuesta la encontramos sólo en Cristo Jesús, pues Él es el Amigo que nunca falla al grado de dar la vida por nosotros.

La amistad es hacer partícipe y comunicar lo que hay de más precioso en nosotros. Jesús  ya no llama siervos a sus discípulos, “porque el siervo no conoce lo que hace su señor: Él los llama amigos” (Jn 15,15), porque Él les confía el misterio más íntimo de su vida: su amor al Padre en el Espíritu Santo. Ellos llegan a ser sus amigos porque llegan a participar de ese misterio, no sólo en el saber, sino en toda su vida.

San Juan en su Evangelio nos dice: “ Dios es amor”,  entonces todos los días del año deberían ser día del amor, porque Dios que es amor se hace presente diariamente en la vida de todos los hombres, “ el que no ama no conoce a Dios”

Al amor le gusta amar, y nada le produce mayor gozo que hacerlo. El amor es el principio vital del alma.

Cuando el amor de  Dios nos convierte en amigos suyos, entonces nos convierte también en amigos unos de otros.

Por medio del amor en el matrimonio y en la amistad, nuestra vida cristiana, nuestras comunidades de Iglesia, siembran en el mundo el gusto por la vida, el gusto por la esperanza de que nuestra vida no se encamina hacia la destrucción, sino hacia el esplendor final de las bodas celestiales.